jueves, 29 de diciembre de 2011

Capítulo 8. Reina Lilian

Izel se había ido hacía unas horas. Llevaba acurrucada en la repisa de la ventana todo aquel tiempo, llorando. Me sentía pequeña, débil e indefensa ante todo aquello. Echaba de menos todo. Pensé en mi madre y en David, y en lo preocupados que estarían por mí. Me les imaginaba sentados al lado de la cama del hospital, llorando por mí como yo lloraba por no estar con ellos. Saldría en los periódicos, se conocería mi caso. Hasta que todo el mundo me olvidara porque no había cambios. Estaría en coma de por vida.
Lloré aún más. Golpeé el cristal con el puño, pero sólo conseguí hacerme daño. Furiosa, me levanté y crucé la habitación. Necesitaba algo para volver a casa, lo que fuese. Incluso el suicidio cruzó mi mente. ¿Conseguiría volver a mi mundo de esa forma? No pude pensar más, porque alguien entró en la habitación y me giré.
    - ¿Señora…? – musitó una dulce voz. La reconocí al instante. Era la voz de quien me había estado hablando en la Tierra.
    - ¿Celeste? – pregunté.
    - Sí, soy yo  - dijo tímida. La observé mejor. Apenas era una niña, ni siquiera pasaba de diez años. De delicadas facciones y tez pálida, al igual que Izel. El pelo rubio y corto por los hombros, aunque más largo por delante. Habían dejado la misión de comunicarse conmigo a una niña.
    - Perdonadme – dijo – No supe cómo comunicarme con vos adecuadamente.
  No podía enfadarme con una niña.
    - No pasa nada – contesté, aunque quizás las palabras me salían con un toque de amargura – Ya estoy aquí.
  Celeste avanzó y se sentó a mi lado, en una de las sillas perfectamente adornadas de la habitación.
    - Se ha filtrado la noticia – dijo ella – En las ciudades se sabe de vuestra llegada. El Consejo opina que deberíais salir y presentaros.
  Resoplé. ¿Quién narices era el Consejo? Yo no quería salir a ver a nadie.
    - Sin embargo – siguió Celeste – Yo opino que no. Hace sólo unas horas que habéis llegado aquí y no creo que estéis preparada.
    - Tendré que salir, ¿no? – dije. Pensé que nadie iba a tener en cuenta la opinión de una niña.
    - Así es – dijo con amargura. Empezaba a tomármela en serio, no hablaba como una niña de diez años – De momento, el Consejo quiere hablar con vos. Os acompañaré hasta la sala central.
Salimos de la habitación para internarnos en un largo y ancho pasillo. Tuve la tentación de escapar por alguna de los montones de puertas que había a los lados, sin embargo seguí a Celeste. Si escapaba y me perdía me metería en un problema. Llegamos a una enorme sala, blanca, como todo allí. Una serie de columnas formaban un círculo, cada una con un sillón rojo aterciopelado y un ocupante. Todos hablaban entre sí. El sillón más grande, dorado y blanco, estaba vacío. Todos se giraron cuando yo entré y se levantaron. Había tres hombres y tres mujeres, todos observándome con curiosidad y devoción. Miré al suelo avergonzada sin apenas echar un vistazo a su aspecto. El más mayor de los hombres se adelantó.
   - Paz, Majestad
  Celeste habló bajando un poco la voz
   - Es un saludo, Majestad. Tan solo diga “paz”
   - Paz – repetí.
  Me atreví a mirarle. Era muy anciano, de piel morena y llena de cicatrices. Su rostro mostraba las mil batallas que habría sufrido aquel hombre. Era alto y parecía haber sido fuerte y buen guerrero. Sus facciones eran duras, ojos entrecerrados, labios finos y pelo canoso.
   - Mi nombre es Aro – dijo con una voz profunda y ronca – Bienvenida al Mundo de las Almas.  Me presento como Superior del Consejo y representante de la ciudad de Grentia y de la montaña.
 Asentí nerviosa. El hombre dibujó un semicírculo con el brazo para presentarme al resto del Consejo, y me atreví a mirar. Pudiendo verles mejor, no me parecieron hombres y mujeres tan normales. No podía creer lo que estaba viendo. Aro se dio cuenta de lo sorprendida y asustada que estaba y siguió hablando.
    -  El Consejo está formado por representantes de todas las zonas de la región. Cada zona tiene sus propias criaturas, como podéis comprobar.
Aro estaba sentado en el último sillón de la derecha. A su lado, ya sentada, una anciana me miraba sonriente. Parecía aún más mayor que Aro. Tenía un pelo plateado larguísimo. Sin embargo, me llamó más la atención su piel, con un toque verdoso.
    - Ella es Silb, de las aldeas Tsair, pertenecientes al bosque Katatt – dijo Aro. La anciana se levantó y me dedicó una profunda reverencia.
  Inmediatamente, el hombre de su derecha se puso de pie. De mediana edad, entre treinta y cuarenta años, y musculoso, como el más fuerte de los guerreros de un ejército. Tenía una expresión seria, y sus brazos descubiertos enseñaban montones de cicatrices. De su cadera colgaba la funda de su espada.
    - Me presento como Zamir, Majestad. Provengo de la ciudad central,  Mens. Soy jefe del Ejército Supremo, en el que se reúnen los ejércitos de cada zona de la región.
  Asentí de nuevo. Por mucho que mirara a aquel hombre, no parecía tener ningún rasgo extraño, y habría pasado desapercibido en mi mundo, de no ser por su extraña ropa.
Aquello seguía siendo demasiado nuevo para mí, y ya ni siquiera recordaba de dónde procedía cada uno, pero procuré acordarme de los nombres.
Otra mujer se puso en pie. Aunque posiblemente alcanzaba los cuarenta años, era muy bella. Pero algo me sorprendió más. Esa mujer tenía unas preciosas alas blancas en la espalda. Aunque las tenía recogidas, eran preciosas. Sonriéndome, se presentó:
    - Mi nombre es Lida, representante de Aether, la ciudad alada y hogar de los ángeles.
 Respondí a su sonrisa maravillada. Sus ropas no rompían esa armonía. Un precioso vestido blanco y dorado que caía hasta el suelo. Sin dejarme tiempo para más, un muchacho joven esbelto y de cabellos rizados de oro se levantó. Pude ver una de sus manos y él lo percibió, puesto que me sonrió entre avergonzado y divertido.
    - Soy Dyliak, de la ciudad más oculta de toda la región. Represento a Gali, en el fondo del lago Uax.
 Intenté retener algo de información, pero empezaba a estar confusa. Todos allí me observaban y se presentaban. Llevaban toda su vida allí, y yo no les conocía, ni conocía ninguno de los lugares que mencionaban. Repasé mentalmente los nombres de todos.
Dyliak alzó la cabeza orgulloso al nombrar su ciudad de origen, lo que me permitió descubrir las agallas de su cuello.
Aún quedaba otra muchacha, la que menos me había mirado. Cubierta por una gran túnica marrón, sólo dejaba ver su rostro. Era joven, quizás veinte años. Su piel era muy morena, sus ojos verdes miraban con seguridad y estaban cargados de fuerza. Contrastaba con toda la blancura y pureza que llenaba aquel castillo.
    - Soy el miembro más reciente del Consejo – dijo con una voz fuerte y segura, igual que su mirada – Mi nombre es Azalea y provengo del desierto. Represento a éste y a todas las aldeas Okras repartidas por él.
 Al contrario de los otros, quienes me miraban con respeto, como si fuera algo superior a ellos, Azalea me observaba con curiosidad. No aguanté la mirada y volví a mirar al suelo. Aro retomó la palabra.
    - Creemos que lo más acertado sería que os presentaseis ante el pueblo. En otras circunstancias, habríamos esperado unos días, pero la noticia ha corrido rápido, ya que era algo que no se esperaba. Izel aún tenía años de reinado por delante, y todos quieren saber quién ha sustituido a una reina joven y fuerte. Creen que vos tenéis algo diferente a las demás.
   De pronto sentí una carga de responsabilidad nueva, que cayó sobre mí como un plomo, y sentí calor en los ojos. Cada minuto que pasaba, me sentía más lejos de volver. Sentía como ese nuevo mundo me atrapaba, y todos me creaban una nueva identidad que yo no quería obtener.
    - Majestad – instintivamente, levanté los ojos del suelo y le miré. Había comprensión en su mirada – Es preciso que salgáis a presentaros. Después podréis pasar unos días en tranquilidad para acomodaros al castillo y a vuestra nueva vida. El Consejo entendemos la dificultad que tiene para vos. Os pido tener paciencia. Ahora todo es nuevo, pero pronto comprenderéis.
  Asentí una vez más, a riesgo de parecer idiota. Sin ser realmente consciente de adonde me dirigía, dejé que Celeste me acompañara hasta el final de la habitación. Corrió las cortinas que cubrían un enorme ventanal. Después, ante la atenta mirada del Consejo, abrió el balcón y me tendió la mano para que saliera.
El escozor de mis ojos aumentaba y sentía las primeras lágrimas nublándome los ojos. Seguí andando, ya sin la ayuda de Celeste. Empecé a ver a la gente. Cientos y cientos de personas, a cada cual más extraña para mí, se agolpaban debajo de aquel enorme balcón.
Cuando apoyé las manos en el borde y todos me vieron, la multitud rugió de alegría. Nadie parecía ver las lágrimas que corrían por mis mejillas.




Nadie, excepto el rey Dominic. Bajo un sombrero y unos ropajes del desierto se confundía entre la multitud, sin perder ojo de la nueva monarca. Mucho más joven y manipulable que Izel. Sólo debían darse prisa y acabar con los preparativos para que la muchacha no se adaptara. Ahora la región era muy vulnerable con una reina asustada y nueva, y era su momento. Él era Dominic. Él había descubierto secretos que nadie más sabía. Secretos ocultos durante siglos. Había aprendido a ver lo especial de las personas. Aquel era su momento. Sintiendo una emoción que no sentía desde hacía tiempo, soltó un grito de júbilo.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Capítulo 7. Despertar.

Fue como si hubiera estado durmiendo durante años. Todo mi cuerpo me pesaba y apenas tenía fuerzas para moverme. Sin embargo, no me dolía nada. Los últimos recuerdos de mi vida acudieron a mi mente. Sobresaltada, abrí los ojos.
     - ¿Lilian?
Fui consciente de que estaba tumbada sobre una cama. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, me giré para ver quién me llamaba. A mi derecha se encontraba una mujer de unos treinta años, con el pelo blanco y corto, los ojos grises, muy claros, y muy pálida. Me sonreía con una dentadura blanquísima y perfecta.
     - Bienvenida – dijo con voz dulce.
Mi reacción fue quedarme quieta. Estaba muy confundida. Sólo lograba recordar las patadas y golpes de Fred impactando contra mi cuerpo y causándome más dolor del que había sufrido nunca. Una idea terrorífica cruzó mi mente.
     - ¿He muerto? – pregunté.
     - No, no has muerto – dijo la mujer.
     - ¿Esto es un hospital? – volví a preguntar. Sabía que la respuesta era no. Aquella mujer no tenía pinta de enfermera. Además, desde mi posición, tumbada boca arriba, lograba ver el dosel blanco de la cama en la que estaba tumbada, y el techo decorado con pequeñas flores rosas con un fondo blanco. Ningún hospital era así.
    - Tampoco – respondió la mujer – Me llamo Izel.
La mujer se acercó hacia mí, me tomó de la mano y me ayudó a incorporarme, dejándome sentada sobre el borde de la cama. Pude observar bien la habitación. Increíblemente espaciosa, con las paredes rosa pálido y columnas blancas por toda la habitación. Enfrente tenía un enorme tocador, lleno de peines de cerdas largas y maquillajes que yo no conocía. Me giré y contemplé un armario empotrado que ocupaba toda una pared. La cama en la que yo me encontraba estaba algo más alta que el resto de la habitación, así que pude ver bien todos los rincones de ésta. En uno de los rincones había una enorme estrella de algún material parecido al diamante. Irradiaba mucha luz. Al mirarlo, sentí un poco más de fuerza. Izel bajó los escalones que separaban los dos niveles de la habitación y tomó una pequeña bola de cristal de una mesa.
    - Esta es la Esfera. Gracias a ella hemos podido hablar contigo este tiempo. Ella nos ha guiado hasta ti.
Permanecí callada. Quería salir de allí corriendo, volver a mi casa. No entendía nada.
     - Escucha, Lily…- empezó Izel – Sé que esto es extraño. Hace veinte años yo estaba sentada donde lo estás tú, igual de confundida. Es mi misión guiarte ahora. Sé que eres fuerte.
    - ¿Dónde estoy? – musité.
    - En la región de la Luz, en el Mundo de las Almas.
Debía ser un sueño. No existía tal lugar, todo era mentira. El desgraciado de Fred me había herido tanto la cabeza que estaba loca. Izel me agarró la mano.
    - Este es tu lugar, Lily. – llevándome de la mano, me acercó a uno de los grandes ventanales de la habitación. Ante mí descubrí un enorme territorio, todo a mis pies. A los pies de la montaña en la que me encontraba yo. Bosques tan frondosos que eran una mancha verde en el paisaje. Ciudades bulliciosas, campos y caminos hasta donde alcanzaba la vista. No había nada igual en el mundo que yo conocía. Izel habló con suavidad.
    - Este es el lugar donde venimos los expulsados de nuestros mundos. Lleva siendo así miles de años. No conocemos exactamente la antigüedad de este mundo. Simplemente, venimos.
    - Dijiste que yo no estaba muerta – dije con dureza. Me daba igual que fuera amable conmigo, que no la conociera de nada. Sólo quería ir a mi casa, refugiarme en brazos de mi madre como una niña pequeña.
    - No lo estás, estás en coma. Celeste lo vio.
    - ¿Quién es Celeste?
    - Es quién te hablaba en tu mundo. Ella es la única que podía contactar contigo cuando no estabas aquí. Lily, yo era la reina de todo esto. Es el mundo quien elige quién gobierna. Hace veinte años me tocó a mí, y la hermana mayor de Celeste lo vio. Recientemente, Celeste te vio a ti.
    - Yo solo quiero volver a casa – repetí. No tenía ganas de escuchar todo aquello, no quería saber nada.
    - No puedes…- dijo Izel con dulzura – Este es tu mundo ahora. Sé que es duro. Pasé por ello.
    - ¿Todos aquí son arrastrados a este mundo? ¿Nadie quiere volver?
    - Sólo tú y yo sabemos de dónde venimos –ambas miramos la enorme ciudad en la llanura – Ellos han nacido aquí. Sus almas empezaron en un nuevo cuerpo, sin recuerdos, sin vidas pasadas, sin más mundo que este. Saben que vienen de otros sitios, pero a nadie le importa. ¿Quién sabe cómo fue su vida? No tienen interés en su pasado. Eso ahora ya no existe.
    Me alejé de la ventana con brusquedad.
    - Para mí sí. Yo no quiero empezar. Yo no quiero vivir aquí, no quiero formar parte de esto. – dije alzando un poco la voz. El vestido que me había puesto alguien, blanco impoluto, largo y con la falda de volantes, se agitó con mis movimientos.
    - Yo también quise volver. La reina anterior a mí quiso volver. Pero es nuestro deber ahora. Es muy importante. Alguien o algo, nos ha elegido para esto. ¿De dónde proviene la gente de tu mundo?
    - No lo sé. Nadie lo sabe – contesté.
    - Nosotras sí lo sabemos. El pueblo sabe que proviene de otros lugares. Eso nos otorga sabiduría. Este mundo es mucho más rico que el mío y que el tuyo.
    - Yo tengo mi vida allí. ¿Es una bendición estar en esta locura? Me intentaron violar, me pegaron una paliza, ¿y me tengo que sentir afortunada por estar aquí? – protesté.
    - Podías haber venido tú. Simplemente deseándolo. Pero Celeste no pudo contarte nada. Es difícil contactar con otro mundo.
   Supe a que se refería. Las voces que me habían estado atormentando esos días, que me llamaban y me pedían que acudiera en su ayuda.
    - No habría venido – repuse.
Izel se acercó y volvió a coger la Esfera.
    - El universo te hizo venir. Fred era el camino – dijo – Celeste podía verte a través de la Esfera. Sabíamos que Fred te haría venir, y cuándo lo haría. Pero no sabíamos por qué. En el momento en el que viniste aquí, la Esfera dejó de funcionar.
    - ¿Cuánto llevo aquí?
    - Tres días.
Desesperada, rompí a llorar. Mi vida no era perfecta, pero me gustaba. Izel había dicho que estaba en coma, no todo estaba perdido. Quería volver a ver a mi madre, a mis hermanos, a David, a Nadia, Monica, Sam… había muchas cosas que echaba de menos, y todo se había desvanecido. Me sentía sola. Abandonada y no querida por el universo, por todo el mundo.
Izel me abrazó.
    - Todo irá bien – susurró.






Kiteria andaba segura por los pasillos del castillo. Tenía la noticia. Todos estaban esperándola. Su padre, los Cinco, el Rey. Abrió las puertas de la sala de reunión y se acercó a la mesa. El rey Dominic, joven, apuesto e impaciente, estaba sentado al final. A su derecha, de pie, Deimos, el ángel oscuro. A su izquierda, Fobos, el padre de Kiteria. Siguiendo a Fobos, los otros cuatro integrantes de los Cinco. La mesa se completaba con los guerreros más importantes del ejército Oscuro, del mismo rango que Kiteria.
    - ¿Lo has conseguido? – preguntó Fobos.
    - Sí, padre. Se dice que la reina llegó hace tres días. Es joven, más que Izel cuando llegó.
   Todos sabían lo que significaban aquellas palabras. Por fin, tras años de espera, lo habían conseguido. En los patios del castillo los soldados se entrenaban, a sabiendas de una posible batalla en cualquier momento. Las gentes preparaban alimentos y protegían sus casas. Había llegado el momento de atacar.
El rey Dominic sonrió.
La guerra había comenzado.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Capítulo 6. Parte 3. Monica Wells

Monica miraba fijamente por la ventana del autobús. Los tirabuzones interminables y oscuros como el carbón tapaban su rostro. No podía dejar de pensar en Lily. Como si todo hubiera sido un sueño, recordó la llamada de Sam el domingo por la mañana, su voz alarmada y sus sollozos. Ella tampoco había podido contener las lágrimas mientras le escuchaba. Subió el volumen de su iPod y sin darse cuenta soltó un suspiro lleno de tristeza. Las notas de Aleluya, de Leonard Cohen la hicieron llorar de nuevo.

De repente alguien tocó su hombro. Sobresaltada, apagó la música y se giró. Era el chaval que se había sentado a su lado.
    - Perdona, ¿es tuyo? – preguntó, con un móvil en la mano.
    - Sí, gracias – dijo Monica y cogió el móvil – Se me debe haber caído del bolsillo.
Pero antes de que ella pudiera volver a girarse, el chico se percató de sus lágrimas.
    - Oye…¿estás bien?
    - Sí, sí, no pasa nada…- respondió Monica enjugándose las lágrimas.
    - Lo siento si soy muy pesado, pero me sabe mal que alguien que esté a mi lado vaya llorando… - insistió el chico – y más si es alguien tan joven, en este autobús sólo van viejas del pueblo…
    - ¿Eres del pueblo? – preguntó ella
    - Mis padres nacieron allí y vamos cada poco tiempo a visitar a mis abuelos, pero yo no me quedo mucho…tengo que recuperar las asignaturas que me han quedado de la uni
Monica se sintió un poco cohibida. No era muy dada a hablar con chicos, y le echó para atrás el saber que era más mayor que ella.
    - No te había visto nunca por el pueblo – dijo simplemente
    - Bueno, tampoco salgo mucho, no me gustan los pueblos pequeños. Por cierto, soy Danny. Soy el sobrino de los que llevan el bar del pueblo.
    - Yo Monica…Monica Wells…nadie de mi familia hace nada especial en el pueblo – dijo avergonzada.
    - ¡Eh! ¿Tu primo es Jack? Solía jugar con él – dijo ilusionado Danny.
    - Sí, es él…
Se quedaron en silencio unos segundos, y Monica aprovechó para observarle bien. Decía que iba a la universidad, pero en realidad parecía que tuviera su edad. No era demasiado guapo, aunque tampoco feo. Tenía el pelo rojo muy corto, su cara estaba llena de pecas, y sus ojos miel estaban llenos de simpatía.
    - Y…bueno…- siguió él - ¿Por qué vuelves a la ciudad?
    - Bueno, yo… - empezó Monica. No quería soltarle demasiado – Voy a ver a una amiga, y mis padres no querían volver tampoco así que…voy yo sola.
    - No quiero meterme donde no me llaman, pero creo que no lo estás pasando demasiado bien con tu amiga… - dijo Danny.
Monica no tenía muchas ganas de hablar con nadie, y menos con un chico que acababa de conocer. Sin embargo, conseguía alejarla un poco de la tristeza. La alegría de Danny le recordó a Sam. No estaban siendo los mejores meses de la vida de Monica.
Hacía tan solo unos meses había conseguido acercarse a Sam, pasando de ser una conocida suya, a ser una amiga. Sam no era como aquellos chicos babosos en busca de chicas fáciles como lo eran tantos otros que conocía. Sin embargo, Monica no era tonta. Pronto se había dado cuenta de que quien ocupaba el corazón de Sam no era ella, sino Lily. En muchas ocasiones, mientras lloraba, había pensado que Lily era sólo un estorbo, deseando que Sam se olvidara de ella. Luego se sentía culpable. Era su amiga. Al principio le alegró que Lily conociera a Fred, y deseaba que le eligiera antes que a Sam. Pero pronto descubrió que no era tan buen chico como parecía. Después de la tragedia, se había sentido tan culpable como si hubiera sido ella la que había echado a Lily a los brazos de Fred. Ella había deseado que tuviera algo con él. Esa tarde iría con Sam y Nadia al hospital, y le pediría perdón mil veces a Lily, con la esperanza de que pudiera escucharla.
Aún así, con tantas cosas pasándole por la cabeza, sacó fuerzas para contestar a Danny.
    - No están siendo unos buenos días ni para ella ni para mí - dijo con una sonrisa triste.
    - Lo siento. ¿Puedo compensarte? Si necesitas hablar, he dejado mi número apuntado en tu móvil.
Monica se puso roja.
    - Oh, eh…gracias. De todas formas no te preocupes, estoy bien – mintió.
    - Vale, escucha, arriba esos ánimos. No quiero ver a la juventud de este autobús así de triste. Deja esas canciones tristonas. ¿Te va AC/DC? Algo de ritmillo te sentaría bien – dijo Danny ofreciéndole un casco.
    - Gracias. Creo que sí me sentaría bien – aceptó.
Por lo menos, no pasaría sola y llorando lo que quedaba de viaje. Danny estaba siendo de gran ayuda.

La vida de todos había cambiado. 

lunes, 31 de octubre de 2011

Capítulo 6. Parte 2. Sam Andrews

La habitación de Sam era un trocito de su corazón. En su corazón había sitio para su familia, para sus amigos…para Lily. Así se reflejaba en aquellas cuatro paredes. El color azul apenas se distinguía, cubierto por montones de fotos, corchos, recuerdos de sus diecisiete años de vida. Pero ahora casi todo su corazón estaba hecho pedazos, y en su habitación seguían todos los recuerdos.
Sam estaba sentado sobre la cama, con las piernas cruzadas y apoyado en la pared. A pesar del calor del verano, todo su cuerpo temblaba. Nunca se había sentido tan triste y tan desgraciado.  Se frotó la cara y echó su pelo rubio hacia atrás. Los recuerdos se agolpaban en su mente, unos por encima de otros, provocándole ganas de gritar, ira y desesperación. Sin embargo estaba ahí sentado, sin apenas moverse y en completo silencio. ¿Con quién podía compartir su tristeza? Ella era su mejor amiga. Pero nadie sabía que en su corazón ella era algo más. No recordaba cuándo empezó a amarla diferente. Poco a poco, según pasaba el tiempo, empezó a ver cómo Lily le parecía diferente a las demás. Cómo al estar con ella sentía un cosquilleo especial al que sentía con cualquier otra persona. Cómo ella sola iluminaba una habitación. Cómo sentía el vacío en su interior cuando ella se iba. De repente el mundo era oscuro sin ella. Su luz no estaba apagada, pero ya no brillaba con tanta intensidad.

Llevaba tres días sin apenas dormir. Sólo lo conseguía a ratos, y en ellos Lily sufría todo tipo de torturas. Ese día iba a verla al hospital. No sabía cómo iba a reaccionar. Quizás rompiera a llorar allí mismo. La abrazaría, derramaría mil lágrimas a su lado y su corazón se rompería definitivamente al verla allí, viviendo sin vivir. O quizás se quedaría inmóvil, mirándola, incapaz de articular palabra.

No entendía cómo alguien podía hacerle daño a alguien como Lily. Sentía ganas de ir a casa de Fred y romperle cada hueso de su cuerpo, hacerle pasar por todas las torturas posibles, para que sintiera sólo un pedacito del dolor que le había ocasionado a Lily, y del dolor que sentía él mismo.

Un desgraciado así se había ganado los besos y caricias de Lily, mientras que él, fiel amigo desde hacía tantos años no había conseguido nada. Pensándolo bien, tampoco había hecho tanto por ganar su amor. Nunca se había atrevido a confesarle lo que sentía, ni se había lanzado a ser más “cariñoso” con ella. Sam tenía demasiadas cosas en la cabeza.

Sam Andrews miró el reloj, se levantó de la cama, y salió camino del hospital a ver a la princesa cuyo nombre estaba grabado a fuego en su corazón.

jueves, 13 de octubre de 2011

Capítulo 6. Parte 1. Natalie Cole

Natalie Cole aporreaba el suelo de mármol de la oficina con sus tacones, firme, decidida. Notaba la mirada de sus compañeros, curiosos y apenados, siguiendola, preguntándose si sería capaz de entrar en el despacho del jefe tan pronto. No la habían visto ni hablado con ella desde hacía tres días, pero todos conocían la noticia y la causa de su falta.

A ella le daba igual que la miraran, era comprensible. Tenía decidido lo que iba a hacer. En sus manos llevaba un papel perfectamente doblado.

Abrió la puerta del despacho del jefe sin llamar. Sentado al final del despacho, detrás de un montón de carpetas y un Mac, estaba Jason Blake. Entre su pelo castaño se adivinaban canas, fruto del estrés de los últimos días. Alzó la vista al oír a Natalie entrar. Sus ojos marrones, esos que había heredado su hijo, siguieron su figura hasta que ella se acercó a la mesa.

Jason Blake sabía que estaba metido en un lío. Pero no sabía que se tendría que enfrentar a él tan pronto. Aquel estúpido de su hijo se había pasado de la raya y ahora él tenía que pagar el pato.

Natalie sintió un escalofrío al ver a aquel hombre. Rememoró los momentos que había pasado con él en los últimos meses. Recordó todas las cenas en restaurantes de lujo a las que Jason la había invitado, los regalos y los aumentos de sueldo. Corría el rumor por la oficina de que se estaba tirando al jefe. No les podía culpar, pensó ella. Al fin y al cabo eso era lo que Jason quería. Pero Natalie había insistido a sus compañeros en que todo era mentira. No quería que David se enterara. Había discutido suficiente con él por ese tema, y le tenía convencido de que eran simples invenciones de sus compañeros. Había tenido que mentirle con reuniones, cenas con sus amigas de la oficina, horas extras.
Bien sabía ella que lo que hacía estaba mal, pero no tenía remedio. Había tenido que lamerle el culo a ese impresentable para que ni ella ni su marido fueran despedidos. No sólo lo había conseguido, sino que había conseguido aumentos y un posible ascenso para David. Natalie pensó que si ella ascendía, sería demasiado cantoso. Todos en la oficina sabían lo machista que era Jason, él nunca ascendería a una mujer. Sólo aceptada contratarlas por orden de sus superiores. Natalie y sus compañeras habían tenido que sufrir comentarios ofensivos acerca de su rendimiento.

Empezó a pasar verdadero miedo cuando Jason les ofreció una nueva casa y David se ilusionó con la idea. “Para mis mejores trabajadores, con descuento incluido” había dicho Blake. Ahora le tenía viviendo al lado de su casa, lo que dificultaba las cosas.

Tenía que haberse imaginado que el hijo de Blake era igual que su padre. Estaba tan preocupada para que no la descubrieran que se olvidó de que su hija y el hijo de Jason podrían conocerse. Lo ocurrido tres días atrás había sido demasiado para ella.
    - Sabes por qué he venido, ¿no? – dijo Natalie intentando mantener la voz firme
    - Sí – respondió Jason
    - Me has destrozado la vida, Jason
Ambos se quedaron en silencio unos segundos. Natalie intentó adivinar qué sentiría aquel hombre al ver lo que él y su familia habían causado.
    - Oye, Natalie – empezó Jason – Sé que es algo muy fuerte. Pero sabes que yo no tengo nada que ver.
    - ¿Que no tienes nada que ver? – Natalie subió un poco el tono de voz - ¡Es tu hijo! Tú le has educado, es igualito que tú. Sois unos hijos de puta. ¿Sabes cómo está Lily? ¿Lo has leído el periódico, verdad? Porque ni siquiera me has llamado para preguntarme. No te importa nada. Estarás preocupado por cómo te afecta esto, ¿no? Allá arriba se habrán enterado de lo que ha hecho el desgraciado de tu hijo y te despedirán, lo sabes. Y si no lo hacen me ocuparé yo de ello  con esto.
Jason cogió el papel que Natalie había dejado en su mesa. Apenas había leído dos líneas Natalie siguió hablando. Había perdido toda la compostura, toda la firmeza. Temblaba y estaba a punto de llorar.
     - Es una denuncia – dijo – Por varias razones. La más importante de todas es por maltrato e intento de violación. La otra es por acoso.
     - ¿Acoso?
     - Acoso. ¿No recuerdas cómo me obligaste a ir a comer contigo la primera vez bajo amenaza de despido? ¿Cómo yo me negaba a que tus sucias manos me tocaran? ¿Qué creías, que ahora estaba contigo por gusto? Nunca fue así.
Jason Blake empezaba a cabrearse en serio. Esa estúpida le estaba tocando mucho los cojones. Él mismo había enseñado a su hijo a ligarse a chicas, ¿por qué tenía que elegir a la hija de su amante? Por otra parte comprendía el enfado de Fred con la hija de Natalie. La chica se había negado a tener relaciones con él. Una auténtica calientabraguetas, como su madre.
     - Piensa lo que estas haciendo, Natalie. Si me despiden muchos de tus compañeros pueden ir a la calle
     - No me vengas con esas. Si tú te vas pondrán a otro en tu lugar, no hace falta modificar ningún puesto más. – dijo Natalie. Se inclinó sobre la mesa – Estás jodido, Jason. Lily está en coma, le he sido infiel a mi marido porque tú me has obligado y he sacrificado mi dignidad, pero te voy a sacar hasta el último céntimo. Eso es lo que te jode. Te voy a dejar tan pelado que no vas a tener ni para putas cuando no puedas forzar a nadie a estar contigo. Y tu hijo va a ir a un correccional para que no pueda hacerse más cabrón de lo que ya es. Y si lleva los mismos genes de hijo de puta que tú, al menos encerrado no podrá joderle la vida a más chicas. Quédate la denuncia, tengo más copias para mí.

Aguantando las últimas lágrimas que intentaban escapar de sus ojos, Natalie Cole se dio la vuelta y salió del despacho.

domingo, 2 de octubre de 2011

Capítulo 5: Final

    - Cariño…cariño, despierta
Abrí un poco un ojo y la luz me cegó. Estaba muy cansada. No recordaba cuando me había dormido, pero sabía que no había sido pronto.
    - Lily, despierta…
Me incorporé. Debía disimular delante de mi madre, que estaba allí, llamándome.
    - Lily, ¿estás bien?
    - Sí, ¿por qué?
    - Te has dormido vestida. Y no tienes buena cara.
    - No pasa nada – mentí – Un descuido anoche, no me puse el pijama.
    - Toma – me dijo pasándome su móvil – es Monica.
Cogí el teléfono y eché a mi madre con gestos.
    - ¿Monica? – pregunté.
    - ¡Lily! Por fin contacto contigo. Te he estado llamando al móvil, pero me salía que le tenías apagado…
    - Ya, ya, ya lo sé. – recordé cómo el día anterior había apagado el móvil para evitar contacto con el mundo exterior.
    - He hablado con Nadia…
    - Oye, Monica, si me vas a echar la bronca te cuelgo.
    - Joder, se nota que te acabas de levantar – me repredió – Yo sólo quiero hablar, no quiero echarte la bronca.
 Suspiré y esperé a que siguiera hablando
    - Pero…creo que deberías haber hecho caso a Sam.
    - ¿Por qué todo el mundo cree que Sam es Dumbledore? Que yo sepa Sam no es un sabio de los maiar. Se puede equivocar, ¿sabes? No conoce a Fred.
    - Ya, ni tú tampoco. Y eres la primera que dice que Sam nunca se equivoca.
    - Todo el mundo se equivoca, nadie es perfecto – repliqué
    - Sam se acerca.
    - ¿Qué has dicho? – pregunté sorprendida.
    - Que Dumbledore tampoco era ningún Maiar. ¿No estarás refiriéndote a Gandalf? Oyes cuando hablamos de eso, te quedas con un par de ideas y lo lías.
    - Era el mismo actor, no me cambies de tema.
Nos quedamos en silencio unos segundos
    - Lily…por favor, no hagas el tonto – me pidió
    - No hago el tonto. Pero Fred es especial, ¿sabes? ¿No has sentido nunca una conexión especial con alguien? ¿No has sentido que le perdonarías todo? – esperé a que dijera algo, pero no obtuve respuesta y seguí – Sé que son tonterías, pero yo siento eso. Que aunque le acabe de conocer es especial. Y aunque haya hecho eso con Nadia se ha explicado. Supongo que ella te lo habrá contado. Pero Fred no tiene maldad.
    - ¿Estás intentando decirme que te has enamorado de él? – me preguntó.
    - No lo sé – respondí a los pocos segundos – Pero me gusta.
    - Está bien. Igual que tú no puedes juzgar si Fred es malo o no…
    - Sí puedo. Sé que no lo es. – la interrumpí.
   - No, no puedes. Necesitas conocer a la gente, no es una estúpida película, Lily. Igual que tú no puedes juzgar si Fred es malo o no, yo no puedo juzgar si es bueno. Así que te dejaré en paz. Tú sabrás lo que debes hacer. Pero no hagas locuras.
    - No las haré, te lo prometo.
    - Tengo que irme. Te quiero, Lily.
Me sorprendí. Monica no mostraba fácilmente sus sentimientos. Y aunque yo sabía que me quería, nunca me lo decía.
    - Te quiero, Monica.
Colgé y me levanté. Por lo menos tenía a Monica. Parecía más comprensiva que Nadia con el tema. Pero aún así me cabreba que nadie creyera lo que yo creía. Que Fred no era malo, no tenía maldad. ¿Cómo se podía comportar con tanta dulzura alguien malvado? Una parte de mí me decía que no debía confiar tan rápido en nadie. Otra parte me decía que podía hacer una excepción.

Encendí el móvil. Al mismo tiempo que me llegaba un SMS las voces asaltaron mi cabeza de nuevo


Sólo ven. Adelántate al destino. Ven.


Solté el móvil y dejé el SMS para después. Las voces se oían claras, más que nunca. Distinguí la voz de una niña pequeña, que me suplicaba. Por primera vez sentí todo el peso de lo que significaba oír voces. Estaba loca. Busqué algo que me alejara del mundo de locura, que me recordara lo normal y ordinario que era el mundo. Aquel mundo donde estabas majareta si oías voces. Cogí el móvil con manos temblorosas. Allí estaba el SMS:


Sé que pasan veinte minutos desde que tus padres se van a trabajar hasta que llega tu prima. Quizás haya una sorpresita en tu puerta durante ese periodo de tiempo ;)


Aquel extraño SMS no ayuda a volver a mi mundo de normalidad. No había firma y yo no tenía el número de aquella persona. Miré el reloj. Mis padres ya se habrían ido haría diez minutos, lo que había tardado en hablar con Monica. Aunque quizás todavía estuvieran en casa, ya que yo tenía el teléfono de mi madre.

Bajé poco a poco las escaleras, pero no oí ningún ruido en la cocina ni en el salón. No había nadie en toda la casa, y los gemelos dormían. Di varias vueltas por el recibidor nerviosa. Me sobresalté cuando un sobre pasó por debajo de la puerta. Tuve la tentación de abrir corriendo para saber quién lo había metido. Pero, ¿y si era alguien peligroso? Me acerqué al sobre y lo cogí. “Lily” ponía en él. Mis manos seguían temblando, y abrí el sobre como un robot, esa mañana estaba siendo demasiado rara. Saqué un folio, mientras le desdoblaba se me ocurrió que la carta podía ser de Fred. Pero, ¿cómo podía tener él mi número? ¿Y por qué una carta?

La hoja estaba completamente escrita. No había márgenes, la letra era pequeña pero elegante, las dos caras estaban repletas de letras. El sobre seguía pesando. Saqué otro folio. Dos. Tres. Cuatro. Cuatro folios iguales al primero.

Subí corriendo a mi habitación y tiré los folios sobre el escritorio. Comencé a leerles con ansia mientras las lágrimas corrián por mis mejillas. Eran poemas. Poemas hermosos. Todos apretujados, seguidos, frases sueltas, letras de canciones. Pero no lloraba por eso. No lo había visto antes, pero en la esquina derecha inferior de todos los folios firmaba Fred. Él había escrito hasta cuatro folios llenos de palabras de amor. Y era para mí.

Llegó Jen, pero no me molesté en salir de la habitación. Releía las hojas una y otra vez. ¿Alguien había hecho algo más hermoso y alocado que eso alguna vez? Seguramente sí, pero no me lo habían hecho a mí. Al mover rápidamente el sobre me llegó la fragancia que desprendía. Fred había perfumado el sobre, olía a lirios. Me recordó muchísimo a algo, pero no lograba recordar a qué. Me concentré en las hojas.  Al final de la última hoja no había ningún poema, ni canción, ni frase. Era una invitación.

“Voy a hacer una fiesta en mi casa dentro el sábado a las nueve de la noche. Exijo a la chica más preciosa de este mundo acudir. Lady Lilian, la espero.”






Esas líneas se repetían en mi cabeza una y otra vez la noche del sábado. Eran las nueve menos cuarto. No había visto a Fred desde entonces. No le había visto por la calle. No me atrevía a volver a ir a su casa, no tenía ninguna excusa. Le había mandado un sms preguntándole simplemente qué tal. Él me había respondido que bien, y que esperaba verme en la fiesta. Que no me podía ver hasta entonces.

No tenía ni idea de a quién había invitado, ni qué debía ponerme. Pero yo ya estaba preparada con una camiseta palabra de honor rosa, unos pantalones cortos y unas sandalias negras. Procuré estar entre lo informal y lo elegante. Pero fui consciente de que no iba a conocer a nadie más que a Fred. Y ya eran las nueve menos cinco.

Cuando salí de casa noté que hacía más viento de lo normal. El cielo estaba repleto de nubes. Y mi cabeza volvió a jugarme una mala pasada.


“Ven con nosotros. Ayúdanos. Ven. Será tarde, se está haciendo tarde. ¡No lo permitas!”


Me asusté, como siempre que las oía, pero decidí pasar de ellas esa noche. Tenía muchas ganas de ver a Fred. Nadie me iba a impedir ir a esa fiesta. Aunque Sam hubiera ido a mi casa los dos días anteriores a intentar convencerme de lo contrario. “No vayas. No sabes quién va a ir, no le conoces apenas, no debes caer más veces en la trampa”. Estúpido Sam y estúpidas voces. Antes de irse el día anterior me había vuelto a decir la también estúpida frase de “No te enamores”. Después de toda una tarde intentando convencerme de que lo que hacía estaba mal, no me salió otra cosa que “Nadie elije eso. Sólo pasa”. Qué moña me estaba volviendo.

Por supuesto, también había salido el tema de Nadia. No había vuelto a hablar con ella, aunque Sam también insistiera en que la pidiera perdón. Según él, ella lo estaba pasando mal. Fred también la había marcado. Y había jugado con ella. Pero yo no iba a dejarme amedrentar. Nadia había dudado de Fred, así que tan colada no estaría. Puede que muchos me llamaran egoísta, pero en aquel momento demasiadas cosas de mi vida habían cambiado como para ponerme a pensar en los demás.

La casa de los Blake se erguía señorial delante de mí. Oía la música de dentro, y el murmullo de la gente. Crucé el jardín perfectamente cuidado y llamé al timbre, tan nerviosa como la última vez que lo había hecho.
Fred me abrió la puerta. Iba vestido con una camisa negra, unos vaqueros y unas deportivas normales y corrientes. Más guapo de lo que le recordaba. Sonreí inconscientemente.
     - Lily – dijo sonriendome
     - Hola…- saludé vergonzosa.
Iba a decirle que le había echado de menos esos días, que debería haberme llamado, quería picarle diciendo que no sabía por qué estaba allí si el pasaba de mí, pero Fred me cogió de la mano, me llevó a la entrada del salón y gritó:
     - Chicos, está es Lily Cole. Espero que os portéis bien con ella, ¿eh?
Todos me miraban y sentí como se me subían los colores. Habría unas veinte o treinta personas, en su mayoría chicos. Tan sólo había cinco chicas subidas a sus taconazos y embutidas en sus vestidos cortos y escotados. Me sentí un patito feo.
Algunos saludaron con la cabeza y siguieron a lo suyo. Un par de chicos se me acercaron. Era como estar en un programa de la MTV, todos eran super guapos y super perfectos, y estos dos no se quedaban atrás.
     - Me llamo Ethan – saludó uno de ellos, lleno de piercings – Da gusto ver caras nuevas por aquí.
     - Encantada – dije cortada.
     - Rick, - dijo el otro chico, más bajito y rubio - ¿Desde cuando conoces a Fred?
     - Pues…desde hace unos días, pero había estado con él hace años…es el hijo del jefe de mis padres.
     - Sí, algo nos había comentado él. – dijo Ethan y se volvió hacia Fred – Oye tío, ¿nos la dejas un rato, no?
Recé porque Fred dijera que no. Me daba mucha vergüenza estar rodeada de dos chicos que ni conocía.
     - Vale, pero cuidadla, ¿eh?
     - Te la vamos a cuidar tan bien que nos la vas a tener que dejar más días, ¿eh? – dijo Rick
Los tres rieron por la broma, pero yo no lo había entendido. Ethan y Rick me llevaron hasta la mesa de la bebida y la comida y me plantaron un vaso en la mano.
     - Bueno, Lily, ¿y cuántos años tienes? – preguntó Rick
     - Dieciséis
     - Este elemento también tiene dieciséis. Yo ya he cumplido los diecisiete – dijo Ethan.
Unas tantas preguntas personales después, vi como Fred se acercaba. Pero lo que no me esperaba era que se pusiera a mi lado y me pasara el brazo por la cintura.
     - ¿Qué tal la fiesta, chicos?
     - Bien, bien. Pero creo que aún queda lo mejor – dijo Ethan. Los tres volvieron a reír. Yo sonreí para quedar bien.
Vi como las cinco chicas de la fiesta me miraban con curiosidad y cuchicheaban entre ellas. Llevaban toda la noche así y me ponía muy nerviosa.
Fred me cogió de la mano y me llevó fuera del salón, a un lado de la puerta donde nadie nos podía ver.
     - ¿Todo bien, Lily?
     - Claro… - dije, y vi mi momento de atacar - ¿Por qué no has hablado conmigo hasta hoy?
     - Bueno…  - sonrió pícaro – Así los dos tendríamos más ganas de ver el otro.
No pude seguir hablando. Fred me había arrinconado contra la pared y me estaba besando. El ruido del salón me recordaba que había gente, permitiéndome no dejar que el tiempo pasara sin enterarme. Pero pronto lo dejé de oír. No podía hacer más que devolverle el beso. Fred tenía razón. Así había conseguido que tuviera más ganas de verle.
Sus manos fueron bajando desde la espalda hasta mi trasero. Me subió las piernas para que le rodeara con ellas, me cogió y empezó a subir las escaleras sin dejar de besarme.
Me estaba poniendo muy nerviosa. No sabía que estaba haciendo, pero tampoco quería parar.
Antes de que me diera cuenta estábamos en su habitación.
Se separó de mí durante un momento para tumbarme sobre la cama. La habitación era grande, de color azul, llena de pósters de motos o coches.
Hice el amago de levantarme, pero él no me dejó. Empezó a besarme el cuello mientras sus manos se metían por debajo de la camiseta
     - Fred…- susurré – Fred, para.
No me hizo caso, y me puse nerviosa de nuevo.  Desató el nudo que sujetaba la camiseta y me le intentó quitar.
     - ¡Fred, para! – dije más alto - ¿Qué haces?
     - No seas estrecha, joder – dijo agarrándome las manos para que no forcejeara. Intenté liberarme a patadas, no me gustaba nada lo que estaba haciendo, fuera una broma o no. Me había conseguido quitar la camiseta y me besó para que me callara. Intenté librarme del beso mientras no dejaba de agitar las piernas. Conseguí darle una patada y se apartó un poco
     - ¿Pero qué haces, idiota? Deja de patalear como una niña pequeña – gritó
     - ¿Qué haces tú? – grité asustada - ¡Déjame en paz, no quiero!
     - No me vas a joder esto, estúpida.
Me pegó una bofetada. Fui consciente de todo lo que estaba pasando. No conocía a nadie en esa fiesta, y posiblemente tampoco me querrían ayudar. Había sido estúpida al no hacer caso a Sam, Nadia y Monica. Ahora todo lo que yo había creído me parecía tan estúpido que me entraban ganas de llorar.

Tenía las muñecas firmemente sujetas por Fred, e intetó desabrocharme el pantalón con una mano. Volví a las patadas, pero no podía hacer mucho ya que él estaba encima de mí.
     - ¡SOCORRO! – grité con todas mis fuerzas - ¡POR FAVOR, AYUDADME! ¡POR FAVOR!
     - Que no te van a ayudar, cállate un poco – dijo Fred. Otra bofetada.

“Es tu última oportunidad. Corre. No tiene que obligarte. Tienes que venir antes de que sea tarde. ¡QUEDA MUY POCO, LILIAN!”


La voz de aquella niña en mi cabeza se oyó débil entre tanta confusión. Pero tenía razón, debía correr.
Fred se quitó la camisa y siguió besándome el cuello y el pecho mientras intentaba quitarme los pantalones. Logré liberar una mano y le empujé, pero él tenía más fuerza.
     - ¡Suéltame, por favor! ¡SUÉLTAME! – grité desesperada.
Se levantó enfurecido y me pegó una bofetada más fuerte que las anteriores.
     - ¡Para quieta! ¿Prefieres que lo haga por las buenas o por las malas?
Empecé a llorar. Quería irme de allí, pero Fred tenía más fuerza que yo.
     - ¿Por qué yo? Yo no quiero. Coge a otra chica.
     - Ellos te han elegido a ti
     -¿Quién? ¿Por qué? – pregunté asustada
     - Esas chicas que están en la fiesta ya son del grupo. Tú puedes serlo. Y yo puedo serlo si hago esto.
     - Por favor, déjame – supliqué. No entendía nada.
     - Podemos ser miembros del grupo más selecto de toda la ciudad. Pero esto es una prueba. No sabes la de privilegios que podemos tener.
     - Yo no quiero ser miembro de ningún grupo.
     - Por eso era un reto follarte.
     - Para, para, ¡yo no quiero hacer nada! – grité como pude. El llanto me quedabraba la voz.
Fred no respondió y siguió intentando desnudarme. No soportaba sus manos sobre mí, manoseándome como si fuera un objeto.
Por fin conseguí liberar la otra mano. Empecé a dar puñetazos a ciegas y alcancé la cara de Fred en un par de ocasiones. Me incorporé un poco pero él me agarró del pelo y me obligó a tumbarme. Sentí las bofetadas, una por cada insulto que salía de su boca. Rodé por la cama y caí al suelo. Hice acopio de todas mis fuerzas y me levanté. Salí corriendo de la habitación y Fred me persiguió. Conseguí cerrar la puerta para ralentizarle y bajé las escaleras lo más rápido que pude. Al pasar por el salón todos se me quedaron mirando.
      - ¡Eh! ¡Se le está escapando! – gritó uno de ellos.
 Abrí la puerta principal con dificultades, Fred me estaba alcanzando. Nada más salir al jardín consiguió agarrarme del pelo. Grité del dolor y caí al suelo. Fred estaba fuera de sí. Estaba de pie delante de mí y me daba patadas en el abdomen y las piernas. Me empecé a sentir realmente mal, no podía soportar el dolor. De pronto paró y se quedó observándome. Me atreví a abrir los ojos. Sólo se oía mi voz llorosa suplicando.
     - Nadie juega conmigo de esa forma, niña estúpida – dijo con la voz llena de rabia. Otra patada en el abdomen. Tenía ganas de vomitar. Se agachó y me escupió en la cara ensangrentada. Aparté la mirada de él, pero vi como cogía una piedra decorativa del suelo. Sentí el fuerte impacto en mi cabeza, un dolor más intenso del que había sentido en la vida.
Lo último que vi fueron unos lirios.

martes, 20 de septiembre de 2011

Capítulo 4: Tres días.

Te necesitamos. Ven. Ayúdanos. Ven a nosotros. Corre. No dejes que sea tarde.Ven. Ven.¡VEN!


Sacudí la cabeza. “¿Pero qué mierdas te pasa, Lily?” me pregunté. Estaba parada delante de la puerta de los Blake. Había tocado el timbre. Y miles de voces se habían abalanzado sobre mí, gritaban en mi cabeza. Estaba loca. Esa mañana me había despertado por los mismos gritos. Pensé que habían sido fruto de un sueño, pero ahora volvían.

Seguí uno de los muchos consejos que Sam me había dado por la noche, aunque yo ya tenía pensado hacer. Hablar con Fred, aclarar las cosas y olvidarme de su existencia. Sonaba muy fácil. Hasta que el muy estúpido me abrió la puerta sólo con los pantalones del pijama.
    - Hola – saludé seria.
    - Huy, hola, Lily. Perdón por recibirte así – dijo sonriendo pícaro.
Me invitó a pasar y nos sentamos en el salón. Igual que el día anterior en el mío.
    - ¿Recibes así a todo el mundo?
    - En realidad no.
Pasé de él.
    - ¿Así que Nadia, eh?
    - Ooohh…eso…- se pasó la mano por el pelo. El pelo despeinado que le hacía tan guapo - ¿Estás molesta?
    - No. Sí. ¿Tú de que vas?
    - ¿Pero somos algo? ¿Por qué te molesta?
    - Puede que tú veas normal liarte con una chica que acabas de conocer y luego con su amiga, pero yo no lo veo así – repetí las palabras que le había dicho a Nadia la noche anterior.
    - ¡Me tratabas como si fuera una mierda! Eras tú la que me ponía mala cara a todo, ¡pensé que no te interesaba!
    - ¿Y por eso te besé?
    - Yo también participe en el beso, ¿eh? Y en todos los de aquella tarde. ¿Por qué los tuyos eran sinceros y los míos no?
    - No me líes – respondí. Me estaba poniendo de los nervios - ¿Qué quieres de mí?
    - Me gustabas.
    - ¿Ya no? – pregunté. Quizás se me notó dolida. Lo estaba.
    - No sabía que eras así
    - ¡No sabías cómo era y punto, nos acabábamos de conocer!
    - ¿Crees que no me conoces? ¡Ese es el problema, no tenías ni puta idea de quién era yo! ¿Cómo podéis las tías jugar así? Me dejo engañar – gritó furioso
Me quedé descolocada. No tenía ni idea de qué estaba diciendo. Está claro que yo le acababa de conocer.
    - Mi padre lleva siendo el jefe de tu madre desde siempre. Y yo siendo su hijo. De pequeños jugábamos juntos de vez en cuando. Estaba por ti. Y hace sólo tres años cenamos juntos en el aniversario de la empresa. Pero tú no te acuerdas de nada. Esperaba que te acordaras de mí cuando me vieras, pero no fue así. Y decidí actuar como si nunca me hubieras conocido.
    - Pues eso de estar por mí se te ha pasado, al parecer – dije dolida. Me había dolido lo que había dicho. Pero porque era verdad. Le recordé de pronto, ahora sabía cómo se llamaba ese chico que ocupaba un par de recuerdos. Pero no se parecía en nada a cómo era ahora, no lo podría haber reconocido.
    - Sólo quería saber si te enfadarías si te daba celos.
    -Gran plan. Sabes que no me acordaba de ti y me das celos el primer día
    - Después de que nosotros…
Nos quedamos en silencio. Yo ya no sabía que decir. Estaba bloqueada, como con Sam. Podría haber preguntado muchas cosas pero me callé. Y sin querer, empecé a llorar.
    - No llores – me respondió serio. – Me dan ganas de abrazarte.
    - Eres un estúpido. No me conoces. Puedo haber cambiado.
    - Pero no lo has hecho.
Y ocurrió. Me besó. Como algo natural, como se besan las parejas que llevan mucho tiempo juntos.

¡¡VEN!! ¡¡VEN!! ¡¡PUEDE SER TARDE!! ¡¡EL TIEMPO ES ORO!!

Las voces me azotaron de nuevo. El tiempo era oro, y yo le había perdido como si ese oro fuera líquido y se me escapara entre los dedos. El tiempo con Fred dejaba de existir. Por eso fui mucho más consciente de los minutos pasados cuando se separó de mí.
    - Mi madre llegará de comprar – dijo – No sería agradable que nos pillaran.
Sonreí. Aunque pareciera increíble sonreí.  Entonces recordé que no había ido allí a eso. Que no debía haberle besado. Pero me dolió más pensar que me tenía que separar de él. ¿Cómo puedes colgarte tanto de una persona en tan poco tiempo? No podía entender nada de lo que ocurría en mi interior.
    - ¿Y tu madre no te dice que te quites el pijama a las cinco de la tarde?
    - No, a mi madre le da igual eso – respondió.
    - Será mejor que me vaya…- dije tristemente – No quiero meterte en líos…
Me levanté y fui hacia la puerta.
    - Lily…- me llamó.
Me giré y me encontré con él. Se acercó y me besó. Otro beso de los suyos. De los que hacían desaparecer el tiempo. No sé el tiempo que pasó, pero nos tuvimos que despedir.

Salí a la calle. Las preciosas casas de mi alrededor, Lovegood’s Park, el cielo sin nubes, todo me parecía feo y a la vez hermoso. Todo parecía más bonito ahora. Pero todo era más feo sin él.


Llegué a casa sin saber qué hacía. Me puse cómoda, encendí el ordenador. Miraba pero no veía. Mis pensamientos estaban lejos de mi casa. Pero Nadia estaba conectada. Debía contarlo.

[Nadia] Veeeeeranito dice:
Eres tonta. Eres tonta, Lily. La has cagado. ¿Por qué lo has hecho? ¿Darte celos? Eso es super raro.

_Lily_ Qué hacer, qué decidir, qué vivir dice:
Lo sé. ¿Y qué hago?

[Nadia] Veeeeeranito dice:
¿Qué te aconsejó Sam?


_Lily_ Qué hacer, qué decidir, qué vivir dice:
Que me alejara. Y que no me enamorara. ¿Desde cuando haces caso a Sam?

[Nadia] Veeeeeranito dice:
Es un seto, pero tiene razón.

Un horrible pensamiento se me cruzó por la mente. ¿Por qué Nadia insistía tanto? Estaría celosa. Fred se había liado con ella sólo por darme celos.

_Lily_ Qué hacer, qué decidir, qué vivir dice:
¿Estás celosa?

[Nadia] Veeeeeranito dice:
Vete a la mierda, Lily

_Lily_ Qué hacer, qué decidir, qué vivir dice:
¿Qué coños te pasa? Fred se ha explicado.

[Nadia] Veeeeeranito dice:
¿Y tú te lo crees? ¡DESPIERTA, LILY! ¿Y yo qué? Me ha utilizado, como si fuera un objeto. Y a ti también. Y tú pasas de hacernos caso a mí o a Sam para morrearte con un gilipollas que conoces desde hace dos días.

_Lily_ Qué hacer, qué decidir, qué vivir dice:
No quiero discutir contigo.

[Nadia] Veeeeeranito dice:
No quieres ver la verdad.

_Lily_ Qué hacer, qué decidir, qué vivir dice:
Estoy harta. Dejadme hacer por una vez en toda mi vida lo que me de la gana.

Apagué el ordenador. Estaba furiosa. Le pegué una patada a la silla. La moqueta amortiguó el golpe. Grité mordiendo la almohada para que el ruido no saliera de allí. Tenía ganas de romper cosas, de gritarle a alguien. Pero fue alguien quien me gritó a mí. Las voces se oyeron fuertes en mi cabeza.

TRES DÍAS

Capítulo 3: Consejos

Volví a leer. Una y otra vez.  No, mis ojos no me engañaban. Es increíble como se puede pasar de la felicidad a la tristeza y la confusión en tal sólo un instante. Había sido una tonta. Había confiado en un chico que acababa de conocer, me había hecho ilusiones, había permitido que jugara conmigo. Nadia insisitó al ver que yo no respondía. También había jugado con ella, o eso supuse. Me imaginé a Fred chuleando con sus amigos, había conseguido a dos chicas en un solo día. Las lágrimas brotaron de mis ojos sin que pudiera hacer nada para detenerlas.  Debía responder a Nadia, pero ahora no tenía ganas. “Ahora vengo”, la dije sin más. Mis músculos se negaban a moverse y permanecí llorando en silencio.
El reloj digital de mi mesilla dio las doce, y pocos minutos después, mi padre entraba en casa.
    - ¿Lily? – dijo desde abajo, no muy fuerte para no despertar a los gemelos.
    - Hola – respondí lo más neutral que pude
    - Siento llegar tan tarde – siguió diciendo mientras subía por las escaleras – No veas la de trabajo que me ha dado el jefe. Ya no sé si me quiere ascender o sólo hacerme la puñeta. ¿Y tu madre?
    - Aún no ha llegado – dije enjugándome las lágrimas antes de que llegara.
Demasiado tarde, tenía los ojos rojos  y él me vio.
    - Lily, ¿estás bien – dijo David.
    - Sí, no te preocupes
    - No lo parece. ¿Estás llorando?
    - No, creo…que he cogido un resfriado o algo – respondí rápidamente
    - Sé que es difícil confiar en los padres y contarles las cosas, y si además es un padrastro más…pero que sepas que puedes contarme lo que quiera. Yo también he sido adolescente.
“Seguro que no eras tan tonto de liarte con cualquiera, rayarte y que se líe con tu mejor amiga” pensé. Claro que no. No había nadie tan tonto.
    - En serio, sólo es una tontada que me ha pasado con las chicas…lo solucionaremos.
    - Vale. Te dejo tranquila – respondió. Puede que se lo hubiera creído o puede que no. En ese momento no me importaba. - ¿Entonces tu madre no ha llamado ni nada?
    - No, nada. Sólo para avisar de que llegaba tarde y tú tenías una reunión, nada más.
    - Esto es muy raro – dijo saliendo de la habitación.

Volví la cara al ordenador. Nadia se impacientaba y me mandaba zumbidos.

[Nadia] Veeeeeranito dice:
¡LILY! ¿QUIERES VOLVER? ¿SABES LO SÚPER FUERTE QUE ES ESTO?

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Sí. La que no lo sabe eres tú

[Nadia] Veeeeeranito dice:
¿Qué? ¿Qué dices?

Decidí soltarlo de un golpe. No sabía cómo decirlo de otra forma, la verdad.



_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Esta tarde, tu nuevo ligue se ha liado conmigo. De ahí que estuviera en mi casa, Nadia. Ha venido, ha comido conmigo y después me ha empezado a besar. Horas. Y ahora esto.

[Nadia] Veeeeeranito dice:
Es broma. Sí, es broma.

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
No. Es todo verdad.

[Nadia] Veeeeeranito dice:
¿Y por qué no me lo has contado? ¿Es que estás loca? ¿Tú sabes cómo se ha portado él? Oye Lily, sólo ha sido un momento…diez minutos quizás, mientras venía el autobús. Yo no sabía nada. Yo no espero nada de él.

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
No importa. Soy tonta, ¿me crees capaz de enrollarme con un tío que acabo de conocer? Esto estaba cantado.

[Nadia] Veeeeeranito dice:
¿Y yo sí soy capaz de enrollarme con un tío que acabo de conocer, no?

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Lo has hecho

[Nadia] Veeeeeranito dice:
Y tú

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Oye, para. Tú te has liado con montones de chicos, sabes que yo no soy así.

[Nadia] Veeeeeranito dice:
Lo dices como si fuera malo. ¿Qué harás ahora? ¿Qué sientes por él?

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
No sé.  Me gusta…

Al momento de escribirlo me arrepentí.

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Me gustaba. Nadia, ¿qué hacemos?

[Nadia] Veeeeeranito dice:
No sé. Tú lo que has conocido primero, es para ti.

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Eso es absurdo. ¿A ti te gusta?

[Nadia] Veeeeeranito dice:
No sé. Es mono…y parecía majo. Pero ahora no sé que pensar.


Oí como la puerta de casa se abría. Esperaba que mi madre no subiese.

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Hay que apechugar. Mañana hablaré con él.

[Nadia] Veeeeeranito dice:
¿Seguro que quieres hacer eso?

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Sí. Yo no voy a dejar las cosas así. Puede que para él sea normal liarse con dos tías en un día, y además que son amigas. Pero para mí no.

Alguien se había conectado y me hablaba. Era Sam. Por fin tenía noticias de él. Debía haberle llamado, no había hablado con él en todo el día, y me supo mal.

--Sam--The child is grown, the dream is gone dice:
Hola, hola

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Hola, Sam

--Sam--The child is grown, the dream is gone dice:
Oy, oy, oy, que seco ese saludo. ¿Qué te pasa?

Dudé si contárselo. Era Sam, mi Sam. Debía hacerlo, él siempre tenía algún sabio consejo. Y si no, se inventaba un amasijo de palabras complicadas de las que no sacaba conclusiones.


_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Demasiadas cosas.

--Sam-- The child is grown, the dream is gone dice:
¿Quieres hablar?

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Sí…es largo, pero te lo voy a contar.

--Sam—The child is grown, the dream is gone dice:
Vale, tengo la noche libre, ¿y tú?

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
¿Qué?

--Sam--  The child is grown, the dream is gone dice:
Claro. Estás mal, ¿no? No te puedo ayudar detrás de la pantalla del ordenador

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Sam, son las doce.

--Sam—The child is grown, the dream is gone dice:
Bueno, ¿y qué? Lily está mal, debo hacerlo J

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
¿Y cómo salgo de mi casa? ¿Qué excusa pongo? Es martes.

--Sam-- The child is grown, the dream is gone dice:
Sí, pero es verano. Va, que me estoy quedando helado en el parque este.

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
¿Qué?

--Sam-- Te child is grown, the dream is gone dice:
Pues eso. Lovegood’s Park, ¿no? Estoy aquí. No te he visto en días, y hoy no he hablado contigo, perdóname por ser un amigo que te echa de menos.

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Ahora salgo, estúpido. No me puedo creer que hayas venido a estas horas.


Me despedí corriendo de Nadia diciéndola que estaba muy cansada. Nos habíamos quedado calladas, yo por hablar con Sam, y ella supongo que pensando en lo ocurrido. Cogí una chaqueta y bajé al primer piso. Mamá y David cenaban en silencio, notaba cierta tensión en el ambiente. No se habían acordado de mí, o habían supuesto que ya había cenado.
    - Ehh…yo…- empecé – tengo que salir un momento.
    - ¿A qué? – me preguntó mamá
    - Nadia se ha dejado unas cosas de la piscina en casa. Ha venido y se lo voy a dar – dije rápido, y me escabullí de allí cuanto antes.

Lovegood’s Park estaba justo al lado si sabías ir. Sólo había que girar dos veces a la derecha después de la casa de Fred. Pero Mónica y Nadia se habían paseado antes por todas las casas antes de llegar a la mía. La casa de Fred…miré y vi varias luces encendidas. Sin querer reduje el paso al pasar a su lado. Había gente en el salón. Oí un grito de su padre, que discutía con alguien. Todo el mundo discutía hoy, a todo el mundo le pasaban cosas malas. No era un buen día.

Lovegood’s Park tenía una preciosa zona verde, con bancos y mesas para ir a comer. Pero aquel chico larguirucho me esperaba sentado en uno de los columpios, con el flequillo castaño claro sobre la frente, como siempre. Me senté en el otro columpio.
    - ¿Cómo has venido? – pregunté
    - Me ha traído Zack
    - ¿Tu hermano te ha traído aquí? ¿Por qué?
    - Su novia vive dos barrios mas allá. Y sí, va a ver a su novia a las 12 de la noche, sus padres no están. Ahórrate los comentarios, todos pensamos lo mismo. Está claro que van a jugar al Monopoly.
    - ¿Pero por qué te ha traído a ti? – pregunté después de reír un rato.
    - Le dije que venía a ver a una amiga que hacía tiempo que no veía. A él le da igual, simplemente me tocó un poco las narices, y eso puedo aguantarlo…Oye, Lily, no quiero ser pesado, pero ¿qué te pasa?
    - ¿Ves esa casa? – dije señalando con la cabeza el caserón de Fred – Todo es culpa del que hay ahí dentro.
Me desahogué. Le conté todo a Sam. Cómo  había comido con Fred, lo que pasó después y lo de Nadia. Escuchó todo con atención. No sabía qué iba a responder. Seguramente me diría que era tonta, y que yo no era así, que estaba cambiada.
     - No te enamores – dijo Sam.
No era eso lo que me esperaba. Pero era un buen consejo. Podría haberle preguntado por qué, por qué él sabía que no debía enamorar de Fred, por qué no decía nada más. Pero no dije nada. Él me abrazó.
Fred Blake nos observó desde casa.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Premios

¡Buenaaas! Esta vez no publico un nuevo capítulo, sino que, pese a haber subido solo dos capítulos, me han dado un premio, que por cierto, me ha hecho muchísima ilusión.


Las reglas de este premio son:
1_ Anunciar el premio en una entrada.
2_Agradecer a quien te ha premiado poniendo el link de su blog.
3_ Compartir una de tus frases favoritas.
4_ Premiar a 10 blogs.
5_ Avisar a los premiados.



Primero, muchísimas gracias a La luz de mi oscuridad, o Charlotte Bennet, por darme este premio. Aquí tenéis su blog:
http://laluzdemioscuridad.blogspot.com/
Os recomiendo leerlo, es una historia fantásticamente escrita, transmite mucho y engancha desde el primer momento.

Yo de frases no sé mucho, ni me acuerdo de grandes frases históricas de personas importantes, así que tendré que tirar de la letra de mi canción favorita, "The heart never lies" de McFly:
But we are the lovers, if you don't believe me, then just looking to my eyes, cause the heart never lies.
( Somos los amantes, si no me crees, sólo mírame a los ojos, porque el corazón nunca miente )

Pues bueno, estos son los blogs que voy a premiar. No conozco demasiados, pero no voy a dar premios al tuntún, sólo a los que me gusten de verdad. Ahí va:

http://besosprohibidos-carla329.blogspot.com/
http://cronicasdethaishat-carla329.blogspot.com/
http://laluzdemioscuridad.blogspot.com/
http://www.mividaenmanhattan.blogspot.com/
http://atraccion-carla329.blogspot.com/
http://tryingtosmile-carla329.blogspot.com/

Sé que son pocos, lo siento, pero ya he dicho que no conozco demasiados, y no me quiero poner a premiar a lo tonto sin que de verdad se lo merezcan. Espero conocer más blogs a los que premiar más adelante :)

Un beso, y gracias a todos por leer y por estos maravillosos blogs.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Capítulo 2: Cosas que contar

Allí estaba yo. Con una pizza que pensaba disfrutar yo sola y mi vecino gorrón metido en casa. Desde luego mi plan para comer sola y agusto no había salido muy bien.  Esperé que Fred se ofreciera a ayudarme a poner la mesa, pero se sentó  y esperó a que yo lo hiciera todo.
    - Pues tienes una casa muy bonita – comentó mientras ponía los platos.
    - Gracias – respondí sin más.
    - Parece mentira que hayáis traído tantas cosas y las hayáis colocado en tan poco tiempo, ¿no? – siguió hablando
    - Bueno,  Dav…mi padre – debía dar una imagen de hijastra buena y agradable con su padre, y llamandole por su nombre de pila, como muchas veces hacía, no conseguiría nada – quiso colocar todo enseguida, dice que vivir en una casa sin amueblar y sin nuestras cosas personales es no tener hogar.
    - Pues yo creo que tiene razón. – dijo sin más, y esperó unos segundos para seguir – Lily, ¿puedo preguntarte algo?
    - Claro – dije, aunque con miedo, encima de gorrón, metomentodo.
    -  ¿Cómo es que te apellidas como tu padrastro? ¿No tienes el apellido de tu padre biológico?
    - Mi madre me ofreció cambiarme el apellido. Si no lo hubiera hecho, sería la única de la familia que no se apellidara Cole. Además no tengo mucho aprecio a mi verdadero padre. Nos abandonó cuando yo era muy pequeña. No le he vuelto a ver, y no ha hecho intento de comunicarse conmigo, y aunque mi madre le mandó una carta para comunicarle que yo me quería cambiar el apellido, él simplemente respondió que le parecía bien y pasó del tema.
    - Vaya. Es una pena que las cosas con tu  padre estén así. Pero al menos tienes a tu padrastro.
Asentí y seguí comiendo antes de que ese aprovechado me robara toda la pizza. Eran las dos y media y faltaban solo dos horas para que llegaran las chicas.

Cuando acabamos, Fred siguió en su moda de pasar de ayudar, así que le dije que podía ir al salón mientras yo recogía. Mejor eso que un tío mirando como hacía todo el trabajo.  Fui al salón y me le encontré mirando la caja de un juego de zombies de la Play.
    - ¿Sabes jugar? – me preguntó
    - Claro, si no no estaría ahí
    - ¿Una chica matando zombies?
    - No, ¿sabes? Es de mi hermano Tom, que tiene 18 meses y sólo sabe decir mamá, papá y caca  – respondí irónica y él soltó una carcajada.

Me senté en el sofá. Qué situación más surrealista. Y lo fue más cuando Fred se sentó a mi lado, y por primera vez, le toqué. Fue extraño. Aunque sabía que la situación era lo de más rara, no me sentía incómoda con Fred. Conectamos desde el principio. Ahora le tenía al lado, con su brazo y su pierna derecha pegados a mí. Me atreví a mirarle. Sí, parecía un chico majo. El pelo rubio perfectamente peinado de forma despeinada quedaba genial con su cara, todavía con restos de la niñez y la sonrisa traviesa. Por un momento recordé a Sam. Él también tenía ese pelo rubio y esa cara de niño.
    - Lily…- empezó Fred
    - ¿Sí?
    - Gracias por haberme invitado. – error, se había invitado él solo.
    - De nada. Así no como sola
    - Me alegra que alguien de mi edad haya venido a vivir al barrio. Y más si es una chica tan guapa y tan maja.
    - Hala, pelota.
    - No soy pelota.
    - Yo también me alegro de haberte conocido – dije después de unos segundos.
Mientras hablábamos notaba como él me miraba, y yo sólo conseguía mirar al frente. Sí. Definitivamente, la tele era gris. Por si acaso, y para asegurarme, seguí mirándola. ¿Qué interes tenía mirar a Fred? Era un chaval que acababa de conocer, muy majo y que se alegraba de conocerme. Y yo a él. Punto. Pero a Fred no le parecía tan sencillo, y cuando volvió a hablar, noté su voz más cerca.
    - No todos los días se puede estar a solas con una chica así. – susurró a mi lado. Sonreí como respuesta, y le miré, solo un segundo. Bastó. Así, de pronto, como un parpadeo, los labios de Fred Blake estaban contra los míos, y mi mente hacía todo tipo de conjeturas e hipótesis a la vez que se volvía loca con el beso de aquel chico. ¿Qué estaba pasando? Yo no era así. Yo no me lanzaba al cuello del primero que pasaba, ni mucho menos dejaba que lo hicieran conmigo. Pero quizás, no era tan malo hacer eso. Quizás es que yo estaba anticuada y leía demasiados libros romanticones.

No era tan malo, me repetía. La casa estaba vacía y un vecino había venido a comer. Era el hijo del jefe de mis padres, venía de buena familia. Era agradable, simpático, guapo, y habíamos conectado. Ningún problema.

Tanto pensar y no me daba cuenta de lo que hacía. Fred seguía besándome y yo allí con mi pensamientos de abuela.

Pensé que no besaba mal. ¿Y si tenía “demasiada” práctica? Me recordé que no debía pensar en esos momentos, ¿por qué me empeñaba en estropear las cosas?

Pero tan rápido como llegó, se fue. Fred se separó de mí y me miró con deseo. No moví ni un músculo.
    - ¿No vas a abrirlas?- preguntó
¿Qué? ¿Cómo? ¿Abrir el qué? Pero sería guarro el tío.
    - La puerta, Lily – siguió ante mi cara de asombro – Han llamado al timbre, ¿no lo has oído?
    - ¿Eh? Sí, claro, voy
Me levanté del sofá con las piernas temblando y volví al mundo real. No había oído el timbre, pero ahora oía las voces nerviosas de dos chicas al otro lado de la puerta. Por eso Fred me había preguntado que si iba a abrirlas. Nadia y Monica. Abrí aún con cara de tonta.
    - Eh, niña, ¿tú qué? – fue el saludo de Nadia – Te estábamos esperando en el parque, lerda.
    - Oh…vaya, lo siento mucho – me disculpé. ¿Tanto tiempo había pasado con Fred? – He estado…liada. ¿Cómo habéis llegado?
    - Leyendo los buzones de todo el vecindario – respondió Nadia
    - Bueno, los que hay, la mayoría de las casas están vacías – añadió Monica.
Me acerqué a ellas y cerré un poco la puerta a mi espalda.
    - Chicas, tengo un…pequeño problema – susurré
    - ¿Un problema? ¿Qué pasa? – vociferó Nadia. Ella siempre tan cuidadosa.
La puerta se abrió y apareció Fred sonriente.
    - El problema soy yo. He venido a molestar a Lily un ratillo. Encantado, me llamo Fred, soy el vecino de Lily. – dio dos besos a cada una – Lily, me podías haber dicho que venían tus amigas y me iba, mujer.
    - ¡Pero si no pasa naaaaadaaaa! – gritó Nadia - ¿Se puede quedar, no Lily? Sí, venga, te puedes quedar. 
No tenía una persona como amiga, tenía un megáfono hiperactivo. Lo que necesitaba ahora era contarles lo que había pasado, opinar qué debía hacer, no tener toda la tarde a Fred pegado a nosotras. O sólo con él, o sólo con ellas, las dos cosas me parecían incompatibles. Encontré una pequeña salida.
    - Vale, quédate. ¿Qué tal si coges un bañador de tu casa? Podemos ir a la piscina – comenté. Podía contarles un poco resumido lo que había pasado mientras él iba y volvía.

Fred se largó con su sonrisita perfecta y los ojos marrones brillando de triunfo, y Nadia volvió a activar su hiperactividad.
    - Lily, ¿dónde está el baño? Voy a cambiarme y a ponerme el bikini antes de que venga este bombón. ¿Todos los chicos así viven en las afueras? Me voy a vivir al campo, chica.
    - Nadia, calla. Ha pasado algo. Os lo tengo que contar. Fred ha venido a comer a mi casa…
    - Anda que no aprovechas tú ni nada al George Clooney del barrio.
    - Nadia, ¿tú vives a base de cafeína? – comentó Monica. Era increíble como esas dos chicas se podían llevar tan bien. Monica era bastante tranquila, tímida, y prefería escuchar a hablar.
    - Pero ¿qué os pasa con que me calle? Si soy la que os da alegría, muermos. Me voy a cambiar, ¿el baño? – volvió a preguntar Nadia
    - Por favor, escuchadme.  – insistí
    - Lily, luego nos cuentas, prefiero cambiarme ahora que hacer esperar a Fred.
    - Ah, ¿y a mí puedes hacerme esperar? – dije rindiéndome.

Fred, ya en bañador apareció pronto por la puerta.
    - Voooolví – anunció. Desde luego, él y Nadia ponían la cabeza como un bombo a cualquiera. Claro que en la mía seguía bombeando sangre con fuerza después de pasar tanto tiempo con él. Casi parecía un sueño. – Bueno, ¿y tú cómo te llamas? – preguntó a Monica
    - Soy Monica
    - Vaya, todas las chicas que conozco últimamente son muy monas.
Monica se sonrojó. Que yo supiera, no había tenido nada importante con ningún chico. En realidad, no había tenido absolutamente nada con ningún chico. Pero como decía Fred, era mona. Pero tímida. Estúpido Fred. ¿Tenía que ser perfecto con todo el mundo?

Salimos al patio trasero y colocamos nuestras cosas al lado de la piscina. Nadia y Fred se retaban a tirarse a bomba, Monica se reía a lo lejos metiéndose poco a poco en el agua y yo miraba cabreada desde una esquina con la cabeza medio metida en el agua. Estaba siendo un día realmente raro.
    - Eh, tú – me chilló Nadia - ¿Vas a seguir con esa pose de cocodrilo de Peter Pan o te vienes a socializarte un rato?
    - Voooy voooy. No quería que me mojárais. – respondí de mala gana.

Al poco tiempo, el encanto natural de Fred hizo que me sumara a la fiesta. Pasamos la tarde tirándonos unos a otros a la piscina, haciéndonos ahogadillas y bromeando. Incluso Monica habló más de lo normal. En mi interior seguía esa espinita de preocupación por lo pasado con Fred. Tenía que aclarar las cosas con él, ¿qué pretendía? Yo no era una de esas que van de flor en flor. Pero en ese momento, por segunda vez ese día, decidí dejar mi preocupación de lado.

Quizás no había sido tan mala suerte que Fred se hubiera quedado a comer. Es más, estaba bastante agradecida de que lo hubiera hecho.

A las nueve el padre de Monica pasó a buscarla. Pasarían unos días en el pueblo de sus abuelos. Nadia poco después decidió irse también para coger el bus de las nueve y media, y Fred la acompañó a la parada. Me quedé sola. Fred se había ido y noté la casa demasiado grande para mí. Mi propio cuerpo y mi mente me venían grandes.
A las diez en punto Jen trajo a los gemelos, ya dormidos en el carrito. Les acostó y se fue, después de convencerla de que mis padres estaban a punto de llegar. Pero llegaron las once y media y a mi casa no venía nadie. Los dos comunicaban. Seguía sola, y no había nadie en MSN. ¿Dónde se había metido Nadia? Necesitaba hablar con ella. Por fin, a las doce menos cuarto, se conectó.

[Nadia] ¿Hola? ¿Me está pasando a mí? dice:
¡¡¡¡¡LILIAN COLE!!!!!

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Deja el café y la Coca-Cola, por Dios.

[Nadia] ¿Hola? ¿Me está pasando a mí? dice:
Si te hubiera pasado lo que a mí también chillarías

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
¿Qué pasa? Oye, yo te tenía que contar una cosa antes y has pasado de mí.

[Nadia] ¿Hola? ¿Me está pasando a mí? dice:
Lil, adoro tu urbanización fantasma.

_Lily_ Devolvedme mi vida dice:
Nai, tranquila. Va, cuéntame, ¿qué ha pasado?

[Nadia] ¿Hola? ¿Me está pasando a mí? dice:
Me he enrollado con Fred.