jueves, 1 de diciembre de 2011

Capítulo 7. Despertar.

Fue como si hubiera estado durmiendo durante años. Todo mi cuerpo me pesaba y apenas tenía fuerzas para moverme. Sin embargo, no me dolía nada. Los últimos recuerdos de mi vida acudieron a mi mente. Sobresaltada, abrí los ojos.
     - ¿Lilian?
Fui consciente de que estaba tumbada sobre una cama. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, me giré para ver quién me llamaba. A mi derecha se encontraba una mujer de unos treinta años, con el pelo blanco y corto, los ojos grises, muy claros, y muy pálida. Me sonreía con una dentadura blanquísima y perfecta.
     - Bienvenida – dijo con voz dulce.
Mi reacción fue quedarme quieta. Estaba muy confundida. Sólo lograba recordar las patadas y golpes de Fred impactando contra mi cuerpo y causándome más dolor del que había sufrido nunca. Una idea terrorífica cruzó mi mente.
     - ¿He muerto? – pregunté.
     - No, no has muerto – dijo la mujer.
     - ¿Esto es un hospital? – volví a preguntar. Sabía que la respuesta era no. Aquella mujer no tenía pinta de enfermera. Además, desde mi posición, tumbada boca arriba, lograba ver el dosel blanco de la cama en la que estaba tumbada, y el techo decorado con pequeñas flores rosas con un fondo blanco. Ningún hospital era así.
    - Tampoco – respondió la mujer – Me llamo Izel.
La mujer se acercó hacia mí, me tomó de la mano y me ayudó a incorporarme, dejándome sentada sobre el borde de la cama. Pude observar bien la habitación. Increíblemente espaciosa, con las paredes rosa pálido y columnas blancas por toda la habitación. Enfrente tenía un enorme tocador, lleno de peines de cerdas largas y maquillajes que yo no conocía. Me giré y contemplé un armario empotrado que ocupaba toda una pared. La cama en la que yo me encontraba estaba algo más alta que el resto de la habitación, así que pude ver bien todos los rincones de ésta. En uno de los rincones había una enorme estrella de algún material parecido al diamante. Irradiaba mucha luz. Al mirarlo, sentí un poco más de fuerza. Izel bajó los escalones que separaban los dos niveles de la habitación y tomó una pequeña bola de cristal de una mesa.
    - Esta es la Esfera. Gracias a ella hemos podido hablar contigo este tiempo. Ella nos ha guiado hasta ti.
Permanecí callada. Quería salir de allí corriendo, volver a mi casa. No entendía nada.
     - Escucha, Lily…- empezó Izel – Sé que esto es extraño. Hace veinte años yo estaba sentada donde lo estás tú, igual de confundida. Es mi misión guiarte ahora. Sé que eres fuerte.
    - ¿Dónde estoy? – musité.
    - En la región de la Luz, en el Mundo de las Almas.
Debía ser un sueño. No existía tal lugar, todo era mentira. El desgraciado de Fred me había herido tanto la cabeza que estaba loca. Izel me agarró la mano.
    - Este es tu lugar, Lily. – llevándome de la mano, me acercó a uno de los grandes ventanales de la habitación. Ante mí descubrí un enorme territorio, todo a mis pies. A los pies de la montaña en la que me encontraba yo. Bosques tan frondosos que eran una mancha verde en el paisaje. Ciudades bulliciosas, campos y caminos hasta donde alcanzaba la vista. No había nada igual en el mundo que yo conocía. Izel habló con suavidad.
    - Este es el lugar donde venimos los expulsados de nuestros mundos. Lleva siendo así miles de años. No conocemos exactamente la antigüedad de este mundo. Simplemente, venimos.
    - Dijiste que yo no estaba muerta – dije con dureza. Me daba igual que fuera amable conmigo, que no la conociera de nada. Sólo quería ir a mi casa, refugiarme en brazos de mi madre como una niña pequeña.
    - No lo estás, estás en coma. Celeste lo vio.
    - ¿Quién es Celeste?
    - Es quién te hablaba en tu mundo. Ella es la única que podía contactar contigo cuando no estabas aquí. Lily, yo era la reina de todo esto. Es el mundo quien elige quién gobierna. Hace veinte años me tocó a mí, y la hermana mayor de Celeste lo vio. Recientemente, Celeste te vio a ti.
    - Yo solo quiero volver a casa – repetí. No tenía ganas de escuchar todo aquello, no quería saber nada.
    - No puedes…- dijo Izel con dulzura – Este es tu mundo ahora. Sé que es duro. Pasé por ello.
    - ¿Todos aquí son arrastrados a este mundo? ¿Nadie quiere volver?
    - Sólo tú y yo sabemos de dónde venimos –ambas miramos la enorme ciudad en la llanura – Ellos han nacido aquí. Sus almas empezaron en un nuevo cuerpo, sin recuerdos, sin vidas pasadas, sin más mundo que este. Saben que vienen de otros sitios, pero a nadie le importa. ¿Quién sabe cómo fue su vida? No tienen interés en su pasado. Eso ahora ya no existe.
    Me alejé de la ventana con brusquedad.
    - Para mí sí. Yo no quiero empezar. Yo no quiero vivir aquí, no quiero formar parte de esto. – dije alzando un poco la voz. El vestido que me había puesto alguien, blanco impoluto, largo y con la falda de volantes, se agitó con mis movimientos.
    - Yo también quise volver. La reina anterior a mí quiso volver. Pero es nuestro deber ahora. Es muy importante. Alguien o algo, nos ha elegido para esto. ¿De dónde proviene la gente de tu mundo?
    - No lo sé. Nadie lo sabe – contesté.
    - Nosotras sí lo sabemos. El pueblo sabe que proviene de otros lugares. Eso nos otorga sabiduría. Este mundo es mucho más rico que el mío y que el tuyo.
    - Yo tengo mi vida allí. ¿Es una bendición estar en esta locura? Me intentaron violar, me pegaron una paliza, ¿y me tengo que sentir afortunada por estar aquí? – protesté.
    - Podías haber venido tú. Simplemente deseándolo. Pero Celeste no pudo contarte nada. Es difícil contactar con otro mundo.
   Supe a que se refería. Las voces que me habían estado atormentando esos días, que me llamaban y me pedían que acudiera en su ayuda.
    - No habría venido – repuse.
Izel se acercó y volvió a coger la Esfera.
    - El universo te hizo venir. Fred era el camino – dijo – Celeste podía verte a través de la Esfera. Sabíamos que Fred te haría venir, y cuándo lo haría. Pero no sabíamos por qué. En el momento en el que viniste aquí, la Esfera dejó de funcionar.
    - ¿Cuánto llevo aquí?
    - Tres días.
Desesperada, rompí a llorar. Mi vida no era perfecta, pero me gustaba. Izel había dicho que estaba en coma, no todo estaba perdido. Quería volver a ver a mi madre, a mis hermanos, a David, a Nadia, Monica, Sam… había muchas cosas que echaba de menos, y todo se había desvanecido. Me sentía sola. Abandonada y no querida por el universo, por todo el mundo.
Izel me abrazó.
    - Todo irá bien – susurró.






Kiteria andaba segura por los pasillos del castillo. Tenía la noticia. Todos estaban esperándola. Su padre, los Cinco, el Rey. Abrió las puertas de la sala de reunión y se acercó a la mesa. El rey Dominic, joven, apuesto e impaciente, estaba sentado al final. A su derecha, de pie, Deimos, el ángel oscuro. A su izquierda, Fobos, el padre de Kiteria. Siguiendo a Fobos, los otros cuatro integrantes de los Cinco. La mesa se completaba con los guerreros más importantes del ejército Oscuro, del mismo rango que Kiteria.
    - ¿Lo has conseguido? – preguntó Fobos.
    - Sí, padre. Se dice que la reina llegó hace tres días. Es joven, más que Izel cuando llegó.
   Todos sabían lo que significaban aquellas palabras. Por fin, tras años de espera, lo habían conseguido. En los patios del castillo los soldados se entrenaban, a sabiendas de una posible batalla en cualquier momento. Las gentes preparaban alimentos y protegían sus casas. Había llegado el momento de atacar.
El rey Dominic sonrió.
La guerra había comenzado.

5 comentarios:

  1. ¡¡Có-mo mo-la!! Este capítulo es genial *_* Espero más
    ¡Un beso!

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  2. ¡¡¡¡¡AAAAAAAHHHHH!!!!!
    ¡Ha sido leer las palabras "Kiteria" y "Dominic" y me he puesto a gritaaaaar! ^^
    Ya eran horas de que aparecieran... jo, ahora quiero leer más :3
    Por cierto, me has quitado a Alba. Con lo cuca que era ella .___.
    Pero está muy chachi :D
    ¡Escribe, vaga! xDD
    Un besoo :3

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  3. Dios *.* Meencanta la historia, escribe el siguente capitulo pronto porfavor ! Jajaj

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  4. es una pasada!! :D Me ha encantado,y espero que escribas pronto el siguiente capítulo! :)

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  5. Me gusta mucho, espero seguir leyéndolo pronto.

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